lunes, 28 de febrero de 2011

Historia del Incienso V

Además de ser el incienso ampliamente mencionado en la literatura oriental, encontramos también en los clásicos latinos y griegos, como ya dijimos en el mail anterior, amplias y excelentes referencias sobre el tema. Uno de los escritores latinos más exquisitos es Virgilio, él nos narra en el libro II de Geórgicas: "los árboles tienen distintas patrias: únicamente la India produce el negro ébano; las varitas de incienso sólo se encuentran en Saba “¿Qué voy a decirte del bálsamo destilado por un aromático tronco o de las bayas del siempre frondoso acanto?". También, pero en el libro I de Geórgicas, Virgilio nos habla de la procedencia del incienso y dice: "¿No ves cómo el Tmolo nos hace llegar aromas de azafrán, la India, marfil; la sensual Saba, sus inciensos...?". El Antiguo Testamento, en Isaías 60:6, le asigna la misma procedencia: "Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Saba; traerán oro e incienso y publicarán alabanzas de Jehová." Siguiendo con el libro II de Geórgicas de Virgilio, encontramos una cita sobre el incienso que nos llamó mucho la atención, por haber establecido a la mítica isla de Pancaya como productora de incienso, veamos que nos dice él mismo:

"Pero ni las florestas de los medos, tierra riquísima, ni el hermoso Ganges, ni el Hermo, turbio por el oro, pueden competir en sus alabanzas con Italia, ni tampoco Bactra, ni los indos, ni Pancaya, rica toda ella en tierras productoras de incienso."

En el discurso original en latín leemos: "Totaque thuriferis Panchaia pinguis arenis"; indudablemente, a la par de la Boswellia, debe haber abundado la Juniperus thurifera, y ésta última, como ya sabemos, no es el verdadero árbol productor de la aromática
gomorresina; es sólo un falso sustituto. No es éste, sin embargo, el dato que nos ha llamado la atención, sino como bien dijimos antes, es el lugar geográfico, donde Virgilio establece las plantaciones de los árboles en cuestión. Parece ser que la mítica tierra de Pancaya habría existido en verdad y que fue parte del conjunto de islas que conformaron al desaparecido continente de la Atlántida. Existen múltiples voces que se alzaron antaño, para darle
una ubicación geográfica precisa a la isla de Pancaya; Diodoro Sículo dice: "Pancaya Isla del océano Arábigo" y la define como famosa por ser muy visitada por los navegantes y mercaderes que viajaban a la India, Escitia y Creta, y además hace la misma observación que Virgilio: "rica en incienso".

Por otro lado, los datos que nos da Plinio no concuerdan con los de Diodoro Sículo, porque asevera que Pancaya estaba en Egipto, cerca de Heliópolis. Tampoco Pomponio Mela coincide con los lugares citados, según él, Pancaya estaba situada en la tierra de los Trogloditas. Otro testimonio más sobre la ubicación de esta exótica isla, nos la da Servio, quien siguiendo el relato de Virgilio, termina ubicándola en la "Arabia Feliz".

Tomando como verídico el relato de Platón acerca de la existencia del viejo continente de la Atlántida y ya no como una lección alegórica de lo que nos podría pasar si seguimos diezmando los recursos naturales y contaminando el planeta, como realmente se está haciendo, hay un dato muy interesante y que nos deja perplejos, y es que a esta isla atlante, se la designa como patria del Ave Fénix. Si el mito habrá nacido en Pancaya o si el Ave Fénix
necesitaba una idéntica maravillosa patria, según su idiosincrasia, no lo podemos saber; pero lo cierto es que Pancaya no ha sido olvidada por escritores y poetas; así es como Miguel de Cervantes Saavedra, en su famosísima e iniciática obra "Aventuras del ingeniosos hidalgo Don Quijote de la Mancha", la nombra como espacio geográfico, al igual que el eximio poeta Francisco de Quevedo:

"Yo, en tanto, desatado
en humo, rico aliento de Pancaya,
haré que, peregrino y abrasado,
en busca vuestra por los aires vaya,
recataré del sol la lira mía
y empezaré a cantar muriendo el día."

(Poemas Amorosos - Himno a las Estrellas - Silva)

Sabemos perfectamente que la metáfora "desatado en humo, rico aliento de Pancaya" define al incienso. Muchos son los que miran a los poetas con un cierto aire de desprecio, porque
no los consideran como legítima fuente de conocimientos y menos aún como fuente de datos científicos certeros. Si todos los investigadores hubiesen observado a los antiguos poetas de éste modo, aún no habrían salido a la luz ni Troya, ni Micenas; Heinrich Schliemann (1822 - 1890) tomó el relato de Homero como verídico y comprobable y obtuvo el grandioso descubrimiento.

Quien es balsamero, ungüentario, destilador, perfumista, magista, etc. debe seguir nueve reglas básicas que se complementan con las leyes antes mencionadas de la Cofradía:


1.- La creencia en un Dios inmortal, inmaterial, omnipotente y omnisciente, como creencia esotérica.
2.- El hombre frente al otro hombre en condición de igualdad.
3.- El término griego "microcosmos", para expresar que el hombre es un universo en pequeño dotado de agua, aire, tierra, fuego y provisto de un alma inmortal.
4.- La creencia de que el espíritu misericordioso de sabiduría, sopla donde quiere.
5.- La existencia de un derecho natural, eterno e inmutable (como dice Ulpiano, o reglas de valor universal como lo son los Diez Mandamientos o el Noble Óctuple Sendero).
6.- La creencia en la remota Atlántida como arcano del Saber, según Platón.
7.- las obras materiales del arte, como útiles y necesarias para la transmisión de valores arquetípicos.
8.- El cuerpo es el templo del espíritu.
9.- La receptividad y la meditación como medios del conocimiento.

Como hemos visto, la regla 6), nos habla también del desaparecido territorio de la Atlántida; quizás algún día buceando en las profundidades de las fosas oceánicas u observando con mayor detenimiento y atención enfocada a nuestro alrededor, encontremos algún vestigio de esta mítica civilización y demos la razón a Platón y por lo tanto a Diodoro Sículo, a Virgilio y a Quevedo, sobre la existencia de la isla de Pancaya, de frondosos árboles de incienso
y patria de la misteriosa Ave Fénix.

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